La cámara fotográfica de las Tortugas Ninja (1990)

Hoy quiero que me acompañéis en esta triste historia. La historia de lo que parecía el mejor regalo del mundo y resultó ser una bazofia.

En los 1991 los coletazos de la Tortugamanía aún duraban, se empezaba a notar el desgaste y el principio de la decadencia pero aún se seguía dándo al Cowabunga. No hay moda que se salve, y sino que se lo digan al Fidget Spinner. Cuando se sobrexplota una marca, los productos de merchandising se hacen más cuestionables y de calidad más dudosa. La compañía americana Remco Toys, famosa por sus robots clásicos o las figuras de acción de Karate Kid, en uno de los últimos intentos de salvar la empresa (ya en horas bajas) adquirió la licencia de las Tortugas Ninja para crear algo nunca visto, una cámara de fotos en la que fotografiarte con Michelangelo.

Las Tortugas Ninja era mi serie favorita y el montón de fotos y videos donde aparezco con una camiseta de Raphael así lo demuestra. Con el dinero de mi comunión me compré las figuras de la colección Wacky Action (porque se parecían más a las de los dibujos), el resto fue para los muñecos de Pressing Catch, mi otra pasión. Un día, seguramente viendo los dibujos animados, el anuncio de la cámara fotográfica llamó mi atención. Aún lo recuerdo como si fuera ayer, se veía una de las fotografías hecha con la cámara donde Michelangelo, en blanco y negro, posaba de cuerpo entero junto al niño en cuestión. Aquello me voló la cabeza. Yo quería una foto interactuando con la Tortuga Ninja.

Para mi cumpleaños me regalaron la cámara. Aunque Remco Toys era el fabricante, la todoterreno Giochi Preziosi la distribuyó en España, y seguramente en Italia. Por entonces no me llamó la atención que hubieran rediseñado el logo con el nombre «Teenage Mutant Hero Tortugas», ni que en el dorso del cartón volvieran a cambiarle el nombre por «Teenager Mutant Hero Tortugas». Recordemos que esto no era un artículo de la tienda de veinte duros, ni de un bazar chino, estamos hablando de una cámara de fotos con flash electrónico (a saber que es eso) que costaba casi cuatro mil pesetas de entonces. Al igual que no me percaté del nuevo logo, tampoco lo debí hacer de la foto de ejemplo del cartón, donde ya se presagiaba que el resultado iba a diferir del anuncio.

La estrené en una excursión del colegio. Nos llevaron a un museo, y a juzgar por las fotos debía de ser el museo de los horrores. Creo que era el de Banyoles, en el que había un negro disecado expuesto y animales monstruosos, pero no pondría la mano en el fuego. Sea como fuere yo hice mis fotos, posé junto a Michelangelo y esperé al revelado. No olvidemos que antes se llevaban las fotos a revelar, sin saber muy bien que te devolverían, los cabrones de la tienda te cobraban todas las fotos: movidas, con el dedo en el objetivo o hasta en blanco.

Al ver el resultado mis padres decidieron que no volverían a gastarse un duro ni en el carrete ni en el revelado de semejante basura. Solo se salvaron la mitad de fotos porque del resto no se veía nada, ya que a la cámara le entraba demasiada luz. De las que quedaron digamos que Michelangelo no salía exactamente como en el anuncio, ni siquiera como el cartón. Solo conservo una foto de esa sesión. Juzgadla vosotros mismos.

Hace un par de años la volví a comprar totalmente nueva, por nostalgia. Como el blister estaba hecho trizas lo abrí, guardé el cartón en una carpeta y me dispuse a comprar un carrete para la cámara, por las risas. A la tienda de fotos no me atreví a ir con la cámara, así que le enseñé una imagen del carrete de internet. De su respuesta me voy a acordar siempre.

«Mi consejo es que si le tienes algo de cariño a la cámara la pongas en una estantería, porque para la mediocridad de fotos que va a hacer mejor no te gastes el dinero.»

No Comments

Post A Comment