¿Por qué colecciono Blisters?

No suelo hacer inventario de mis colecciones, simplemente sé lo que tengo y lo sé porque suelo repasarlo mentalmente. Me ayuda a dormir. Pero hace poco tuve que hacerlo. Nada exhaustivo. Simplemente estoy recopilando material para un nuevo proyecto del que espero contaros pronto.

Mis colecciones de juguetes suelen ser bastante coherentes: Figuras de acción, Muñecos de PVC y obsequios comerciales (los regalos de los cereales, patatas fritas o yogures, vaya). Siempre hay algo que se sale de la norma pero suele tener una justificación lógica. El día que me veáis coleccionando Hot Wheels (Attack Pack aparte) encended todas las alarmas.

Como ya he dicho, el otro día hacía inventario y entre Motorratones de Marte y muñecos de PVC me sorprendí a mi mismo con una cantidad bastante destacable de figuras en blister. Ya sabéis, ese cartón y plástico de esa Tortuga Ninja que te regalaron el día de Reyes y acabó en la basura. Pese a que suelo tener una respuesta (más o menos honesta) ante cualquier cosa que trae el cartero, esta vez me convertí en mi propio juez y verdugo preguntándome a mí mismo: «¿En qué momento acumulaste tantos blisters?»

Y el verbo acumular no es algo baladí, guarda todo el sentido ante una realidad que me había pillado con la guardia baja. Y no, dejémoslo claro, no hay nada malo en coleccionar blisters, cucharas u ojos de cristal (mientras no uses lo segundo para arrancar de cuajo lo tercero), simplemente se me escapaba de toda mi coherencia y lógica coleccionista.

Yo tengo una máxima a la hora de coleccionar, y es la de recuperar (juguetes en este caso) que perdí, completar las colecciones que más me gustaban y añadir a la colección los que siempre quise. Como dije en el podcast de Todocolección, más que coleccionar recupero recuerdos. Por poner un ejemplo: me he pasado años (y cuando digo años, son años) buscando una carpeta escolar que regalaban en los cereales. Cuando la encontré por Wallapop no dudé ni un momento en pagar lo que me pedían (totalmente por encima del precio que vale una carpeta que regalaban en los cereales) y cuando llegó a casa y la tuve en las manos me emocioné más que con cualquier Santo Grial del coleccionista. Y es que, si me pasé años buscándola, no es porque coleccione carpetas de cereales, sino porque era la carpeta donde guardaba mis fotocopias de Bola de Drac. Si cierro los ojos aún recuerdo donde estaba exactamente esa carpeta hace 30 años.

Una vez aclarada mi máxima a la hora de coleccionar, ahora podéis entender qué nostalgia puede suscitarme un cartón con un muñeco durmiendo en plástico. Al principio me movía el puro completismo: cuando acababa una colección de figuras de acción le ponía la guinda al pastel con mi personaje favorito en blister. Así lo hice con mi línea de figuras favorita: Bucky O’Hare. Luego pasé a comprarme aquella figura que tanto me gustaba de buenas a primeras en el mismo blister, aunque no la tuviera, como en el caso de Zed de Loca Academia de Policía o el Capitán Planeta. Más adelante compré algunas que siempre me hubiese gustado tener directamente en el mismo blister, ya la abriría cuando llegara. Spoiler: Nunca lo hice.

Y, cuando menos lo esperaba, acabé con tres cajas de almacenaje de plástico medida número 2 del bazar chino llenas de muñecos sin abrir. En algún momento de esta vorágine consumista me compré un Space Monkey (serie que no he visto en mi vida), otro personaje de Bucky O’Hare y un Baloo de la serie Talespin que se le había secado la cola que lo sujetaba al cartón y tuve que remendar con cinta adhesiva. ¿En qué momento me vi arrastrado a coleccionar blisters?

Tampoco hay que negarse a la evidencia. Y es que hay blisters bonitos, sino la gente no se los colgaría de la pared como si fueran pósters. En algunos, la ilustración y el diseño del cartón justifica su compra. Además verlos todos juntos colgados me recuerda a esas mañanas de sábado en el Toys’r’us cuando mi madre me hacía escoger un muñecos de entre todos los blisters.

Lo bueno de todo esto es darse cuenta a tiempo (¡JA!) y frenar esta locura. El otro día fui a una feria de coleccionismo con la frase grabada a fuego «no compres más blisters» y, aunque los cantos de sirenas del coleccionismo me llamaron desde la colorida parada no caí. Salí con unos pocos muñecos de PVC en los bolsillos y más billetes en mi poca abultada cartera. Esta vez le he ganado la batalla al coleccionismo pero soy débil y sé que un recordatorio de Todocolección puede hacer caer el castillo de naipes, si es que no se me caen antes las cajas llenas de blisters.

 

 

 

 

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