Hay un Boglin en mi sopa

Pongamos las cartas sobre la mesa. En el mundo del coleccionismo de juguetes hay varios Santos Griales y uno de ellos son los Boglins. Este juguete es de los más cotizados y una de las posesiones más valiosas de los coleccionistas más obsesivos. Para entender los motivos tenéis que conocer su historia.

Pero antes, ¿qué narices es un Boglin?

Un Boglin es una criatura olvidada que vive en el «pantano pantanoso» y que es descubierto un buen día por un explorador. Según sus notas, los Boglins tienden a imitar el comportamiento humano y ser afectuosos con ellos, pero debido a su mala leche se recomienda encerrarlos en las cajas que el mismo explorador construyó. Hay varios tipos de Boglins, los más grandes responden a los nombres de Drool, Dwork y Vlobb mientras que los pequeños son Squidge, Shlump, Shlurp, Sponk, Swuawk y Squeel.

En 1986 el marionetista Tim Clarke junto con Maureen Trotto y Larry Mass crearon estas criaturas viendo el éxito que generaban películas como Gremlins, Ghoulies o Critters. Por entonces Tim Clarke trabajaba a las ordenes de Jim Henson para series como Fraggle Rock (él es el responsable del Tío Matt el viajero) o películas como Cristal Oscuro, cuando se le ocurrió crear un juguete que fuera a su vez marioneta.

Clarke, Trotto y Mass ya tenían experiencia en el mundo del juguete gracias a los Sectaurs, una línea de figuras de acción a caballo entre los Masters del Universo e insectos (¡¡!!) de la marca Coleco y que no llegaron a verse en nuestro país.

Ante la negativa de Coleco de fabricar los Boglins alegando su alto coste, Mattel se hizo con el proyecto para hacerlo realidad. Los Boglins son una marioneta de mano, en la que puedes controlar la boca y los ojos solo moviendo los dedos. Están fabricadas de goma y tienen un tamaño considerable para ser un juguete infantil. Los Boglins se vendieron en Estados Unidos de 1987 a 1989, y una vez Mattel abandonó el proyecto (del que apenas se hizo publicidad), las compañías Ideal y Action GT decidieron rescatarlo para distribuirlo internacionalmente y explotarlo en diferentes formatos. Con Ideal y Action GT nacieron los Mini Boglins, Slime Boglins, Baby Boglins, Hairy Boglins, Action Boglins, Acrobat Boglins y no se cuantos Boglins más.

En el año 2000 Mattel volvió a lanzar los Goblins actualizándolos con un sistema electrónico de luces, ruidos de pedos y demás mandangas que no convencieron a nadie, ni a los nostálgicos. Por suerte Tim Clarke, asiduo a las convenciones y ferias de juguetes, al ver el culto que generaba el juguete entre los nostálgicos y coleccionistas (¿acaso no son lo mismo?) decidió revivirlos, primero fabricando nuevas versiones y recientemente rehaciendo los Boglins clásicos mediante una campaña de Kickstarter que lo petó como la Coca-cola.

Al igual que a James Groman (diseñador de las Madballs), los fans de los juguetes de los ochenta y noventa le debemos a Tim Clarke un monumento. No solo por crear al Tío Matt, sino porque de no ser por él, los Boglins se habrían quedado en el olvido. Así que sirva este post también como homenaje hacia él.

En España los Boglins llegaron de tapadillo, sin apenas publicidad. Recuerdo verlos en tiendas como Toys’R’Us a un precio, supongo, que más que considerable, pero no hay rastro de ellos en catálogos de juguetes de la época. En cambio, los Baby Boglins fueron más accesibles para los niños de los noventa, gracias a una mejor distribución de Ideal Iberica S.A.

A modo de curiosidad os explicaré que Giochi Preziosi (siempre presente) lanzó en 2014 un claro heredero de los Boglins llamados los Feuchos (The Ugglys). Los Feuchos son unos grotescos perros con vomitona en los morros, mocos colgando y con los ojos más rojos que mi vecino el porreta que, al igual que los Boglins, funcionan como marioneta de mano con el añadido de un botón que activa sonidos de pedos, eructos y arcadas varias. Es un juguete tan demente e incorrecto en estos tiempos que corren que no podía faltar en mi colección. Dada mi admiración a Henson me propuse conseguir un Boglin con su caja original fuera como fuera. Por internet encontré muchos de ellos bastante machacados ya que la goma con el tiempo se rompe muy fácilmente y la pintura se desconcha. En las redes sociales hay coleccionistas obsesivos con este juguete, gente que los acumula en decenas llenando las habitaciones de estas criaturas. Entiendo que la afición a las películas de serie B ha favorecido el culto a este juguete, pero algunas habitaciones dan bastante repelús. Sin necesidad de acudir a Ebay conseguí el mío, bien conservado y en su caja original, no me fue barato pero valió la pena.

He hecho caso a los consejos de su caja y lo tengo encerrado en su jaula, expuesto encima de las vitrinas. A veces le dejo salir a dar un paseo, olisquear esta década y visitar a sus colegas los Baby Boglins. Pero cuando se pone pesado lo vuelvo a encerrar y, mientras me mira con ojos libidinosos, le explico que mejor aquí junto a otros y no en esas habitaciones del pánico, donde hay tantos como él que nadie le considera especial.

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